Valeria llegó a la mansión con una infinidad de bolsas de compras. Su marido las llevaba por ella, levantando así muchas miradas por parte del personal.
Subieron las escaleras y llegaron a la habitación, una vez en el interior, Valeria le pidió amablemente que las dejara sobre la cama. Esperando así que él cumpliera con esto y se marchara.
Sin embargo, Enzo tenía otros planes. Unos planes que implicaban quedarse, cosa que ella no podía permitir de ninguna manera.
A su memoria llegaron todos los eventos de la noche anterior, la mujer rubia despampanante con la que coqueteó en sus narices, sus palabras despectivas después de eso, y sus recién descubiertas prohibiciones.
—Enzo, te agradecería que te fueras —pidió en su tono más amable. Verdaderamente, no quería estar en un mismo espacio con él. Pero tampoco quería discutir.
—¿Por qué?
La pregunta era el colmo del cinismo. Aparentemente, este hombre hacía las cosas y luego no entendía que todo esto eran las consecuencias de sus propia