Eva
Lo maté.
Bien hecho, Eva. El hombre te confiesa que te ama, te salva la vida y ¿qué se te ocurre? ¿Morderlo? ¿En serio?
—¿Me van a dejar verlo por fin? —pregunté lloriqueando. Las enfermeras me observaban mal; todos se alejaban de mí. —¿Qué sucede? ¿No han visto a una vampira llorando? ¡Les adelanto que no es bonito! —Vocifiqué hasta que sentí unos brazos fuertes sujetándome desde atrás. Conocía esas manos gigantes.
—Tranquila, Eva. Estoy seguro de que el beta estará bien —susurró Magnus.
—Es que yo…
—Lo quieres. Lo entiendo — no supe qué responder. Me dejé abrazar por el grandote, mi cabeza no paraba de girar, pensando que había perdido a mi Cachorrito. Una presencia conocida se acercó y, cuando volteé, el Duque me miraba con simpatía.
—Diosa, me alegro de que estén bien— no soportaba perder a nadie más.
—Voy a averiguar dónde está —dijo el Duque Bonito, y desapareció. Al rato volvió con noticias. — Acaban de terminar de inspeccionar la herida. ¡Por aquí!
Fuimos rápido a otra