Julieta
Mi cuerpo se sentía como un torbellino de emociones. Los músculos me dolían, no recordaba qué había pasado, solo que había aparecido en los brazos de Damián. Lila hablaba sin parar, llenando mi cabeza de ruido, como si nunca hubiese hablado antes y ahora quisiera decirlo todo al mismo tiempo. Me dolía la cabeza, estaba agotada… y me dormí.
Cuando desperté, el sol ya estaba alto en el cielo, llenando todo de luz. Había fuego en la cabaña, la recordaba. Había pasado tanto entre nosotros…
Ahora que lo veía, no podía apartar la mirada de él. Estaba sin camisa, glorioso. Los tatuajes en su torso se veían más nítidos que nunca, llenos de detalles. Si antes estaba a sus pies por su belleza y encanto… ahora estaba perdida.
No era el hombre que me salvó en la cacería sagrada. Era un dios.
No podía dejar de mirarlo, y llevé una de mis manos a su pecho. Su piel era tan suave… pero mi cabeza era un caos..
—¿Julieta? ¿Qué sucede?
—Él no sabe nada. No podía saberlo, no es su culpa —susurra