Eva
—Vaya, eso había sido… vaya…
Me quedé observando la manada. O debería decir el campo de batalla. O lo que quedó de eso. No sabía qué era… solo había humo, escombros, la tierra revuelta. La casa de la manada estaba en ruinas, y otras casas también.
Pero, con todo y eso, se podía respirar un poco de paz. ¿Acaso no era eso una locura? Quizás solo algo inesperado.
—A veces, para poder construir algo nuevo, hay que destruir lo anterior —suspiró Fabrizio, que observaba conmigo.
—Esto fue pasar una demoledora, pero entiendo tu punto, Vampirito.
—Y sin embargo, lamento decir que no ha pasado del todo… Siento tener que ser portador de malas noticias.
—Lo sé, lo sé —dije levantando las manos al cielo—. Tenemos una hechicera loca, más enemigos, etcétera.
Él me sonrió y se fue a ponerse manos a la obra. Era un hombre incansable, incluso para ser vampiro. Nana ayudaba a levantar columnas de hierro con su fuego; Paola y otros recolectaban lo que quedó de la casa de la manada.
Pero Vampirito te