Damián
—¡Julieta! —grité corriendo tras ella.
Vi a Freya intentando poner orden. Había desaparecido. La manada estaba en llamas, la casa destruida. Era un completo infierno. Pero a mí no me importaba nada más.
—¡Beta! —llamé a Octavio cuando se atravesó en mi camino.
—Nuestra Luna… Julieta…
—Lo sé. No entiendo qué pasó, pero debo buscarla.
—Nos encargaremos de la manada alfa —apareció Fabrizio. Sabía que podía confiar en ellos.
No habían pasado ni quince minutos desde que había sido nombrado como alfa, desde que la manada era mía y debía irme. Necesitaba irme.
—Tenemos que encontrarla. Ella tiene miedo… ¡ambas tienen miedo!— insistía mi lobo.
Vi a mis guerreras perseguir a los traidores que huían, los responsables de esto debían pagar frente al rey. De reojo, alcancé a ver a Paola ayudando a Nana; estaban bien. Todos estaban bien. Incluso vi a Darío, que me miró sorprendido. Sentí su angustia, su preocupación.
—¡La encontraré! ¡La traeré de vuelta! —le prometí antes de adentrarme en