Julieta
—¿Así que han pasado… cosas entru tú y él? —Lo negó—. Siento el olor de mi hermano aquí, no me lo niegues Juli… —dijo ella, y obviamente vio que estaba la camisa de Damián en mi sofá.
Lamentablemente, tenía que reconocer que me sentaba ahí simplemente para oler el delicioso aroma del alfa. A veces colocaba la chaqueta alrededor de mi cuello mientras cocinaba, mientras veía televisión o leía. Por las noches recordaba ese beso, esos besos, y dormía abrazada a la tela. Me sentía como una desesperada, una tonta que soñaba con algo imposible. Él encontraría a su mate, y yo quedaría a un lado. ¿Acaso no era ese el peor destino para una humana como yo?
Estar cerca de Damián, siquiera soñar con estar a su lado, era lo más cercano a tocar el cielo. No importaba lo que había pasado entre nosotros, ese pasado oscuro que me perseguía... cada vez lo olvidaba más. Yo, que había jurado acabar con él. Era tan ridículo como cierto. Y aquí estaba, esperándolo, tal como él me pidió. Porque real