Damián
Creo que nunca me había sentido tan mal en toda mi vida. La golpiza había sido horrible, luego la caída... y una parte de mi cerebro pensaba que nunca me iba a recuperar. Pero lo hice. Después de todo el dolor, el maltrato y las humillaciones, estaba vivo. Seguía vivo, y lo supe desde el momento en que sentí que ya no estaba en aquel barranco, sino en mi ciudad. El poder que emanaba era grandioso. Y recibía a su alfa, su único alfa.
Y no solo sentía la ciudad, también la sentía a ella. Había escuchado su voz a lo lejos y, aunque mi lobo seguía dormido, recuperándose, no podía dejar de escucharla, de sentir su pacto, su presencia. Pero en cuanto abrí los ojos, buscándola a ella, sabiendo con certeza que estaba ahí, no la encontré sola.
Retiro lo dicho. Si había algo más doloroso que todo lo que me había pasado, era verla sonriéndole tranquilamente a otro hombre.
—¿Quién demonios eres tú? —pregunté, y ahora toda la atención iba hacia mí.
—¡Damián!—exclamó ella, emocionada y tam