Eva
No envidiaba a Alfa Damián ni un poquito. Yo había tenido mis adversidades, y vaya que fueron feas, pero de alguna manera me había acostumbrado a que las manadas de los lobos eran lugares bastante decentes. Pero Sombras de la Noche probaba lo contrario. Los miembros de la manada casi no salían de sus casas y no se acercaban a nosotros por nada del mundo. Algunos guerreros nos seguían, pero varios metros atrás, como si tuviéramos una extraña enfermedad.
—¿Sabes qué demonios sucedió aquí? Esto es demasiado para tan poco tiempo en que el viejo alfa tuvo poder —le preguntaba a Ágata, y ella suspiraba.
—Lo que sabemos es que el alfa Horacio hizo una especie de limpieza. Dijo que los humanos eran débiles y atraerían enemigos. Los echaron a todos, prohibieron las relaciones con humanos y muchos abandonaron la manada. Si me preguntas, el trato que hizo con el rey, de que la manada podía decidir cuál era su sucesor sin que él se metiera, le dio una gran ventaja a Horacio para hacer de la