Eva
Habíamos caminado un buen trecho, pero no encontrábamos a Cerebrito, ni siquiera un rastro. El túnel donde perdimos su rastro estaba cerrado, destruido. Tampoco había señales del Duque. Todo esto me daba una mala espina hasta que un guerrero nos dio noticias.
—Se ha retrasado el ataque, pero el alfa va a actuar esta noche.
—¡Demonios, y no tenemos noticias de su Luna! —grité. Damian podía atacar, pero para los lobos, el alfa era solo la mitad. La Luna era la otra. Uno no podía existir sin el otro.
—Octavio pide que vayamos a ver a los cazadores, al otro extremo, luego esperariamos a atacar.
— Un ataque desde ambos lados, estoy de acuerdo —comenté. Sentía la necesidad de moverme, de atacar, de luchar. De quitarme esa pésima sensación de encima.
—El túnel… debe tener una salida en alguna parte. Puede salir por aquí, tengo una corazonada —dijo Fabrizio.
—Bueno, una corazonada es mejor que nada —exclamé. Avanzamos con cautela. Caía la tarde, y sentí que había demasiado silencio.
—¿