Capitulo 113: Dos lobas

Nora

—Parece que quiere pelear —indicó uno, y cuando se vino sobre mí lancé una cuchillada improvisada. No tuvo tiempo ni precisión, porque el dolor de la mano mordida por Carnicero seguía fresco.

—¡Atrápenla! —gritó otro.

Los herí con mi cuchillo, pero eran demasiados. Conseguí alcanzar a uno con la hoja, rozarle la mejilla, hacerlo retroceder con un tajo que arrancó un hilo de sangre. Otro me golpeó con la culata del rifle y el mundo giró; resentí el sabor metálico de mi propia sangre en la boca y, aun así, por instantes me levanté con la rabia del animal que no acepta ser presa sin pelear. Recibí un nuevo golpe que me dejó arrodillada, y manos firmes me sujetaron por los tobillos y las muñecas, tirando de mí como quien asegura un saco.

—Sujétenla bien, parece rabiosa. Pensé que las mujeres de esos lobos no peleaban.

Me arrastraron por el bosque con la cabeza gacha, la brisa fría frotándome la cara. La angustia y el pánico se enredaron como hiedra en mi garganta al pensar en Damián
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