La idea había estado rondando mi cabeza todo el día, creciendo con cada minuto, como una espina imposible de ignorar. Al llegar la tarde, supe que no podía seguir evitándolo. Necesitaba respuestas.
Le escribí un mensaje a Xander: Hoy quiero irme a mi apartamento, necesito descansar en casa.
Tardó apenas un par de minutos en responder, pero la espera fue suficiente para que comenzara a imaginar mil escenarios posibles. Finalmente, apareció en la puerta de mi oficina. Tenía el teléfono en la mano, como si aún estuviera leyendo mi mensaje. Su expresión era inescrutable, pero sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y algo más que no pude identificar de inmediato.
—¿Todo bien? —preguntó, cerrando la puerta tras de sí con suavidad—. Pensé que íbamos a mi apartamento.
Me forcé a sonreír, bajando la mirada hacia los papeles sobre el escritorio. Sentía el estómago enredado, como si se me hubieran cruzado mil emociones a la vez.
—Sí. Solo... hoy quiero dormir en mi cama. Nada más. Estoy un p