Capítulo 90

Las luces de la ciudad se reflejaban en el parabrisas mientras conducía de vuelta a casa. Mientras estuve en la farmacia, tratando de decidir qué tipo de prueba comprar, una tormenta se había desatado sobre la ciudad. Sonreí con amargura al pensar que el clima estaba en sintonía con mi vida en ese momento.

Aunque ya había dejado de llover, el cielo se había oscurecido por completo, aunque la humedad en el aire dejaba entrever que tal vez llovería de nuevo.

Los faroles pintaban líneas doradas y temblorosas en el asfalto mojado, y el sonido del motor parecía más alto de lo normal, como si resonara dentro de mí, golpeando en cada rincón de mis pensamientos. Cada vibración del volante se sentía como una sacudida eléctrica, y no era solo por el camino irregular; era el nerviosismo que me recorría de forma constante.

El semáforo cambió de rojo a verde, pero mis pensamientos iban más rápido que el auto. Mantenía las manos firmes sobre el volante, aunque me sudaban los dedos y tenía los nudil
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