No me había preparado para esto. No había forma de preverlo, ni de anticiparlo, ni de imaginar que algo así podría cambiarme el mundo en cuestión de segundos. Ivy estaba sentada frente a mí, con las manos juntas sobre su regazo, la mirada baja, los labios temblorosos. Algo dentro de mí ya sabía lo que iba a decir, pero aún así, cuando sus palabras finalmente salieron, fue como si el tiempo se detuviera.
—Estoy embarazada.
Fue un susurro. Un murmullo que se deslizó entre nosotros como una bomba de relojería, sin explosiones ni caos, solo una onda expansiva que me atravesó de pies a cabeza. Me quedé quieto. Parpadeando. La miré en silencio, mientras su rostro se contraía por el miedo, la ansiedad, la culpa. Como si esperara que yo dijera algo terrible. Como si esperara que saliera huyendo.
—Fui a la farmacia… —continuó, tragando saliva—. Compré las pruebas. Las dos dieron positivo. Esperé, hice todo bien, pero… no lo vi venir. Fue aquella noche. Cuando me dio el ataque de pánico. Ningun