EMILIA
Nunca imaginé que un silencio pudiera decir tanto, ni que un roce de dedos pudiera reconstruirme. Brandon me miraba como si hubiera estado esperando esta noche desde hacía años. Tal vez, al igual que yo.
— No me defraudes esta vez, porque no lo resistiría más —. Le dije en apenas un susurro de voz. No me había abandonado durante cinco años, pero lo había fingido por lo que representaba. Sin embargo, a pesar de eso, había decidido ver por mí desde la sombra.
— Te juro que no lo haré. Voy a luchar porque tú y yo podamos tener una vida en paz —. Me susurró.
No dijo nada más, no hacía falta. Sus ojos lo gritaban todo: el miedo, el anhelo, la culpa y ese amor torpe, doloroso, pero profundo que lo había llevado a ver mis heridas desde lejos, sin atreverse a tocarlas. Hasta ahora.
Me acarició la mejilla con la yema de los dedos, y ahí fue cuando supe que me había rendido. Que ya no tenía ganas de huir. Que mi corazón, por más cicatrices que tuviera, quería latir por él porque había tr