EMILIA
Si hace un año me hubieran dicho que estaría aquí, viviendo esta vida, quizá me habría reído con incredulidad, porque mi vida era muy distinta y estaba huyendo de Brando porque le había pedido el divorcio y estaba intentando forjarme una vida nueva. Sin embargo, no sabía todo lo que había pasado a mi alrededor.
La noticia había explotado como dinamita en una habitación cerrada. Bastó un par de filtraciones y, en cuestión de horas, el amorío entre mi madre y el papá de Brandon estaba en boca de todos. No hubo rincón de la ciudad que no se llenara de murmullos; no hubo periódico, revista o programa de farándula que no dedicara espacio a diseccionar cada mínimo detalle del escándalo.
Lo irónico era que yo ya estaba acostumbrada a que la prensa metiera sus narices en mi vida, pero esta vez la herida no era pública únicamente: era personal. Una de esas que no se curan con comunicados, sino que dejan cicatrices profundas en la intimidad de una familia.
*
Mi mamá comenzó a apagarse po