BRANDON
Adam estaba en arresto preventivo y mis abogados estaban en proceso de destrozarlo. No lo voy a negar, pero ver al que se supone que era mi mejor amigo tras las rejas, fue algo que me destruyó por completo, pues Adam era una persona con la que había convivido desde que tengo memoria.
Bien que decía mi abuela que un nunca deja de conocer a las personas, y él era un claro ejemplo de ello.
Regresé a mi casa con la pena atravesada en el pecho por el ciclo tan doloroso que estaba cerrando en mi vida. Era de noche, pero sabía que había llegado justo a la hora de la cena, tal como le había prometido a Emilia.
Crucé el umbral de la puerta y lo primero que vi fue a mi mujer de espaldas, con un libro en la mano y un té humeando a un lado de ella. Un sentimiento de una satisfacción que nunca había experimentado. Algo que por primera vez en la vida me había dado la tranquilidad.
— Estoy en casa, amor —. Dije con voz baja, pero firme.
Se giró tan rápido que el libro casi se le cae. Sus oj