EMILIA
El aire tenía ese olor denso, como si la ciudad supiera que iba a presenciar una tragedia. Salí de casa de Leo, envuelta en ese silencio que grita por dentro. Las llaves del coche de Tony colgaban flojas de mis dedos, pero en el fondo no estaba segura de tener fuerzas para girarlas. Caminé hasta la acera, sin mirar a nadie, sin mirar atrás.
— ¡Emilia! —Aquella voz tan masculina y tan hipnotizante me sacó de mis pensamientos. Lo escuché antes de verlo.
Brandon salió de su coche con el rostro desencajado, los ojos inyectados de furia y arrepentimiento, y esa desesperación en el cuerpo que solo tienen los que saben que ya perdieron. Caminó hacia mí como si cada paso fuera su última oportunidad.
— Emilia, por favor, tenemos que hablar.
Me giré lentamente. Lo miré de frente con la decepción atorada en la garganta. Me sentía furiosa porque había estado bajando mis barreras con él.
— Vete, Brandon —. Pasé a un lado de él sin siquiera voltear a verlo. Mi voz fue seca, firme, como un po