EMILIA
El cruce de miradas fue tan certero como un disparo en medio del silencio. La última vez que había visto a Thomas Moretti, las cosas no habían ido muy bien ¿Qué estaba haciendo él aquí? No me tragaba el cuento de que fue un encuentro casual con mi mamá.
Él venía caminando con paso firme, la compostura intacta como siempre. Su porte impecable contrastaba con el caos emocional que se respiraba en el hospital. Llevaba un vaso de café en una mano, y una sombra en los ojos que no supe descifrar de inmediato.
Yo me quedé quieta, como si el suelo bajo mis pies se hubiera congelado. No sabía si moverme, saludar o simplemente fingir que no lo había visto. Pero él me lo impidió. Se detuvo frente a mí, como si el destino caprichoso hubiera decidido que no podíamos esquivarnos por más tiempo.
Yo no iba a dejar a su hijo. Brandon y yo habíamos dado un paso muy importante en nuestro matrimonio.
— Señora Moretti —. Saludó con una inclinación mínima de cabeza, voz grave y firme. Era raro que