La atmósfera en el campamento temporal era tensa, con la noche cubriendo el desierto como un manto oscuro. Los hombres de Samer estaban dispersos, vigilando el perímetro, mientras en el centro del campamento, Omar permanecía esposado y vigilado. Sus heridas habían sido tratadas mínimamente; lo suficiente para mantenerlo vivo, pero no cómodo.
Agatha se encontraba cerca de Samer, observándolo mientras él repasaba mapas y documentos en la mesa improvisada de operaciones. Podía sentir la presión que lo envolvía, el peso de cada decisión y las preguntas que aún quedaban sin respuesta.
—¿Crees que dirá la verdad? —preguntó ella, rompiendo el silencio.
Samer levantó la mirada hacia ella, sus ojos oscuros y serios.
—Lo hará. Porque sabe que no tiene otra opción.
Agatha asintió, aunque en el fondo no podía evitar preocuparse. Había visto el odio en los ojos de Omar, la obstinación de alguien que preferiría morir antes que doblegarse.
—Cualquier cosa que revele será solo la punta del iceberg —c