ALEENA:
—Buenos días.
Casi choqué con Dominic el lunes por la mañana. Eran las seis y cuarto y llevaba despierta desde poco antes de las cinco, apenas había podido dormir.
No lo había visto desde nuestro almuerzo extrañamente tenso del sábado y, aunque estaba segura de haberlo imaginado, juraría que sus ojos me recorrieron cuando no me daba cuenta, que se detuvieron en mi boca, en mis pechos… más abajo.
Cuando casi me caigo al intentar evitar el choque, sus manos se alzaron y me sujetaron los brazos, impidiéndome caer. Mi corazón dio un vuelco extraño, como un hipo, cuando sus manos se apartaron, sin siquiera una leve pausa.
—Buenos días, señor Snow —dije, retrocediendo justo cuando él lo hizo.
—¿Lista para ir a trabajar? —preguntó, con una sonrisa educada y distante.
No fue hasta que volvimos a la sala principal que me di cuenta de que me hablaba de forma diferente. No había calidez en su voz, no como antes. No era frío, exactamente, pero definitivamente era pura formalidad. Ni siqui