DOMINIC 20

Con rollitos de primavera y curry extendidos frente a mí, me sentí como un completo idiota.

Pero no sabía por qué.

¿Porque había ido a buscar comida en vez de ir al Olimpo como había planeado?

¿O porque había tirado la comida y seguido el sonido de los gemidos guturales que oí venir del baño?

Tenía el pene tan duro, tan listo, que podía sentir las gotas de líquido preseminal. ¿Pero acaso había entrado en ese baño y me había arrodillado junto a la bañera? ¿La había besado, había metido la mano bajo el agua para ver qué hacía para gemir tan dulcemente?

No. Estaba sacando arroz y escuchando sus pasos.

Esto fue un error, me dije.

No era la primera vez y dudaba que fuera la última.

Estaba callada.

Fawna no había estado tan callada.

Me tomó por sorpresa levantar la vista y encontrarla parada en la puerta, con unos jeans descoloridos y una camiseta gastada con un pez azul y las palabras "Sigue nadando". Se quedó allí, nerviosa y condenadamente hermosa. Lo único que quería era acorralarla con
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