18. LA PELEA NO ES SEGURA.

Alexander perdió el control cuando quiso detener a Verónica. Verónica no quería romper una regla del contrato, no quería que nadie esparciera rumores de ellos. Que el mundo entero supiera que una doctora común es esposa de un multimillonario, acabaría mal.

— ¿Estás mintiendo? —preguntó molesto consigo mismo Alexander.

Alexander no podía simplemente creer en lo que Verónica le decía. Creer en ella, significaba que había cometido un error, lo peor es que no sería un error tan simple de corregir.

— ¿Por qué mentiría? —susurró Verónica, ya se había dado cuenta que las personas tenían sus ojos en ellos— Yo no miento, señor Dixon. Soy alguien clara, que cumple con sus maldit*s contratos al pie de la letra.

— Estás mintiendo —afirmó Alexander con verdadero coraje— ¿Quieres seguir engañandome después de todo?

El agarre de Alexander en Verónica era tal, que Verónica amenazaba con llorar. Jamás Alexander había sido un ignorante, como ahora.

— Alex.

Una tercera voz llegó a ellos. Como si fuera una pelea de amantes, Ana llegó. Ana sabía que las miradas estaban en ellos tres ahora, así que caminó hasta Alexander y le susurró al oido;

— Estás perdiendo la cabeza, estás haciendo una escena en frente de todos. Termina ahora y luego hablan.

Fue entonces que Alexander aflojó el agarre. Tenía un nuevo sentimiento gracias a Verónica, algo parecido a la pena y vergüenza.

— Hablamos después, Verónica.

Alexander ni siquiera la miró, no podía controlar lo que estaba sintiendo en ese momento. Ana le dedicó una sonrisa triunfante, solo para decirle;

— Yo te lo cuido, Verónica.

Verónica no había escuchado lo que Ana le dijo a Alexander. Solo vió lo que todos vieron; Alexander decidió quedarse con Ana.

Verónica se quedó en la entrada, sintiendo una humillación qué nunca en su vida había sentido. Sus piernas parecían no querer reaccionar para tomar la decisión de irse o quedarse. Alexander decidió irse con Ana, era lo que se repetía una y otra vez.

Verónica escribió un mensaje al chófer, para poder irse. Pero escribiendo el mensaje, su vista se volvió borrosa.

¿Qué me pasa? - se preguntó, hasta que sintió las lágrimas. El dolor en el pecho se fue incrementando com cada respiración. No se había dado cuenta, pero había amado cada detalle que Alexander había tenido con ella, había amado sus desayunos por la mañana, había amado los saludos fríos de cada noche, había amado su apoyo en cada proyecto y situación, pero ahora... ahora no iba a seguir más.

– Sube, yo te llevo.

Verónica levantó la mirada para encontrarse con un hombre que odiaba tanto estos eventos como ella.

Levi King.

[...]

Alexander volvió a casa, llamando a Jorge para que fuera a allí. Había perdido a Ana cuando volvió al evento, sabía que había cometido un grave error, pero había muchos errores, no podía simplemente aceptarlos todos.

— ¿De quién es el departamento donde se queda Verónica? —preguntó Alexander con el whisky en la mano en cuanto Jorge entró.

— Aún no lo sé, he investigado pero al ser un lugar nuevo, los documentos aún no están en regla.

Jorge mantuvo las bromas en cero, sabía que su amigo no estaba en su mejor momento.

— ¿Qué pasó con Verónica? ¿Qué te dije el imbécil qué tienes siguiéndola?

— Me ha dicho que nunca salió del hospital, que la esperó y por la mañana, subió al auto de Sonia y fueron a ese departamento.

— ¿Y el hospital?

— Verónica ingresó por la noche, al parecer el doctor King fue el único en darse cuenta. Lo han catalogado como un intento de asalto.

Alexander se tomó todo el whisky que había en el vaso y lo rompió en la pared. Llevo sus manos al pelo, había perdido el control.

— ¿Hay amantes? ¿Quién me está mintiendo? ?Verónica o Ana? —la pregunta de Alexander fue en voz baja, en el fondo sabía la respuesta.

— No he podido verificar la información. Verónica si ha estado en contacto con dos abogados, es lo único que he podido investigar.

Alexander se levanta, se tambalea de un lado a otro. Está borracho por segunda ocasión en su vida.

— Tráeme a Verónica —ordenó— La quiero aquí. Para bien o mal, su lugar está aquí. ¡Sigue siendo mi maldit* esposa!

Jorge retrocedió. Jamás había sentido que Alexander fuera un peligro, pero ahora... parecía que su jefe podría hasta golpearlo.

— Mañana —respondió Jorge— No la traeré en estas condiciones. Le hablaré al abogado para que le haga saber que está incumpliendo el contrato al irse antes de la finalización.

— Tráela.

— No, Alexander. Si Verónica está enojada, se enojará mas si la traigo para verte de esta forma —Jorge habló rápido, su nerviosismo estaba presente.

— ¡Tráela! Es mi esposa, estará aquí esté o no sobrio. Ella debe estar aquí.

— No, Alexander.

— Vas tú por ella o voy yo. Otra opción no hay.

Jorge asintió, no habia escapatoria. Salió de la casa, subiendo a su auto. Sabía que Verónica no se lo tomaría a bien, pero órdenes eran órdenes.

Cuando Jorge empezó a conducir, un auto lo siguió. Los deudores del padre de Verónica, realmente creían que el esposo de Verónica Cox era el asistente de Alexander Dixon, Jorge.

Jorge notó aquel auto, así que se detuvo en una gasolinera. La gasolinera estaba llena de personas y carros, al parecer había un gran evento cerca;

— ¿Quieres decirle que deje de esconderse? —le dijo un hombre a Jorge— La próxima vez no saldrá caminando del hospital.

— ¿A quién se refieren? —la confusión se reflejaba en la mirada de Jorge.

— A tú esposa, Jorge. A tú bella y bonita esposa.

Un golpe a su mandíbula y lo tiraron al suelo. Jorge se pego con el carro. Los hombres se fueron y Jorge se subió a su auto, sin entender lo que acababa de pasar.

Los deudores ya estaban perdiendo la paciencia. Pero cuando ellos se enteraran de que Verónica los había denunciado, todo se pondría doblemente peor.

Mientras Jorge iba por Verónica, un auto nuevo se estacionó en la entrada de Alexander. Jorge se había encargado de retirar a los pocos trabajadores de la casa, por el estado de Alexander, por lo que no hubo nadie que detuviera a la recién llegada.

Cuando la puerta se abrió, había pasado una hora desde la salida de Jorge, por lo que Alexander pensó que Verónica al fin había llegado. Lo siguiente fue la puerta de su despacho, Alexander apenas podía abrir los ojos.

— ¿Llegaste, cariño? —preguntó Alexander en un tono romántico, que jamás había usado. Pero está completamente ebrio.

— Llegué —respondió Ana— ¿Me esperabas? No sabía que estabas listos para mi.

Alexander escuchaba la voz, pero nunca la reconoció. El juraba que hablaba con su esposa.

— Le tuve que pedir a Jorge que fuera por ti. ¿Puedes ver hasta dónde he llegado por ti?

— Lo veo, Alex. Lo veo.

— Creo que no puedo estar sin ti. Hoy casi me vuelvo loco pensando en quién quiso hacerte daño. Tenemos que hacer público lo nuestro, todos van a respetar a la mujer de Alexander Dixon.

Ana se emocionó al escuchar aquellas palabras. Pensó que al fin Alexander volvería a ella.

— Creo... creo que... te amo, Verónica.

El mencionar su nombre, hizo que la temperatura de aquella habitación bajara. Ana hizo puño su mano, iba a enloquecer de que Alexander hubiese dicho aquellas palabras que a ella nunca le dijo.

— Besame —dijo Ana fingiendo una voz.

Alexander sonrió y la jaló hasta él. Ana se sentó en su regazo y se besaron. El beso fue torpe, por lo ebrio que estaba Alexander, pero Ana aprovechó el momento para deshacerse de la blusa.

— Pensé que jamás volvería a tenerte, Verónica. No quiero te alejes de mi.

— Tócame, Alex. Hazme tuya, porque lo soy —respondió Ana.

Alexander siguió besando a Ana, jurando que era Verónica Cox. Poco a poco fue quitandole la ropa, quedando casi desnudos. La puerta de la entrada hizo un sonido extenso.

— ¿Dónde está? —escuchó Ana que Verónica preguntó.

— Lo dejé en el despacho —respondió la voz de Jorge.

Ana se puso frente a Alex. Tapándole la visibilidad de la puerta, Alexander le masajeó con morbo los pechos y Ana soltó un gemido tan alto, que los pasos se detuvieron.

Verónica y Jorge se encontraban allí. Verónica abrió los ojos sorprendida. Miró a Jorge de inmediato y tuvo ganas de abofetearlo.

— ¿Para esto me has traído, Jorge? ¡Para ver a esta mujer con mi esposo de juguete! —Verónica estalló en un enojo visible.

Al escuchar su voz, Alexander se detuvo. Abrió los ojos y observó la cara de Ana. La tiró al suelo al darse cuenta y vió hacía la puerta.

— Verónica.

— Nunca te lo perdonaré, Alexander. Has mentido, rompiste el contrato. Esto se acaba hoy.

Alexander se levanta, pero cae. El piso se mueve, está mareado.

— No, Verónica. Yo... pensé que eras tú. Yo... creí...

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