Alexander y Verónica siguieron juntos el resto de la gala. Alexander se detenía con cada pareja a la que tenía que saludar, al mantenerse a lado de Verónica, nunca notó el horrible moretón que sobresalía de su escote en la espalda.
La gente murmuraba la horrible y fría persona que era Alexander, al invitar a su ex prometida al mismo evento donde estaba su esposa. Además los murmullos habían subido su peligrosidad al cuestionar por qué Verónica traía ese golpe allí. — Es un gusto poder verlos de nuevo. Alexander se detuvo con un integrante de la junta directiva, que también llevaba a su esposa, una esposa que la familia le había obligado a tomar. — Pensé que no vendrías —respondió Alexander tajante— Escuché que te casaste hace poco. Ambas esposas se quedaron quietas a lado de sus hombres, Verónica pudo reconocer que aquella mujer fingía su sonrisa también como ella misma. — Ha sido como un trabajo —rió sarcastico— Mi esposa, Helena Sanders. Alexander hizo un leve asentamiento en reconocimiento a Helena. Pero no le prestó mas atención, lejos de eso. — ¿Me permiten un momento? Debo ir al tocador —habló Helena con serenidad. Verónica encontró ese momento como el adecuado para tomar un poco de aire, así que se despidieron de los hombres y se fueron juntas. — ¿Será siempre así? —preguntó la recién casada Verónica. — Exactamente. ¿A qué te refieres? — Las personas que nacieron en este mundo, nos observan. Hay murmuros y silencios en cada lugar al que entramos. ¿Siempre has estado bajo esta terrible presión? —Helena estaba aguantando las ganas de irse corriendo, era el primer evento de esta magnitud en el que se encontraba. — No pensé que fuera el primero. ¿ A qué te dedicas? Helena se sonrojó, como si la sola respuesta le diera vergüenza. — Era una sirvienta más para la familia Bennet. Necesitaban limpiar su honor y lo que se decían de él. Quedé en medio de la discusión y no hubo escapatoria para mí —la voz de Helena se rompió — Todo estará bien. ¿Cuánto dura el acuerdo? —preguntó Verónica queriendo darle esperanza. — No hay fin. Verónica detuvo su marcha al oír aquella respuesta. ¿Había gente que firmada acuerdos de matrimonios para toda la vida? ¿Los millonarios se divierten haciendo eso? ¿Qué clase de vida era esa? — Estarás bien, la familia Bennet es amable. Conocí a la señora Bennet en mi boda —declaró Verónica. — La señora Bennet es la única amable de la familia. Al mismo tiempo, Verónica quiso abrir la puerta del baño, pero se detuvo de nuevo al escuchar su nombre. — ¿Qué mujer con tan poca dignidad asistiría a un evento donde su esposo estuvo recibiendo a los invitados con la amante? Las mujeres en el baño, rien. — Además con que cara camina a su lado. Todos sabemos que es un golpeador, pobre mujer. Los comentarios se detienen cuando Verónica y Helena entran. Helena pensaba que ella tenía mala suerte, pero ahora, entendía que había personas que la pasaban peor. — ¿Sabías que las mujeres que esparcen chismes en un lugar tan sucio, reflejan así su economía? —preguntó Helena en voz alta. — Lo sabía, nunca me lavaría las manos en un lugar tan obsceno —respondió Verónica con una sonrisa tranquila. — Eres igual a él. Por eso son esposos —dijo una fina morena de vestido negro— Eres veneno detrás de esa fina sonrisa, Verónica. Lástima que Alexander prefiera la dulzura de Ana Bell. Ella si es una mujer que vale totalmente la pena. — No discutiré con personas que no importan, es como si lo hiciera con un perro —respondió con altivez Verónica. Verónica tomó la mano de Helena, saliendo así de aquel baño. Siempre había sido lo mismo, las personas siempre encuentran algo nuevo que criticar. Verónica Cox nunca ha sido suficiente para este mundo de millonarios, pero Verónica había entendido que no podía darle importancia a todos los comentarios que recibía. Alexander que se encontraba en el centro del gran salón aún con Alessio Bennet. — Creo que es hora de buscar a mi esposa —dijo Alessio con preocupación. — Coincido contigo, ya han tardado. Alexander escaneó la entrada, buscando a bella mujer de vestido verde esmeralda. Aunque debía estar enojado, no podía estarlo con solo verla, después de una noche separados. Alexander se había dado cuenta que no podía dejarla ir. — ¿Es cierto lo que dicen, señor Dixon? —preguntó Alessio, que ya había logrado encontrar a Helena. — Tendrás que ser más específico. — En la entrada está tu ex prometida, pero andas paseando con tu esposa aquí —habla Alessio divertido ante la situación— Tú ex prometida luce espectacular esta noche, pero tu esposa, no tanto. — Pedí que fueras específico, Bennet —Alexander no siguió escondiendo su descontento. — ¿Golpeas a tu esposa solo por no ser como tu ex prometida? Debiste esperar para casarte con la que querías. Alessio Bennet era un hombre crudo, su crudeza no tenía límites. Al ser el heredero de la familia, había aprendido a fingir ser amable soltando comentarios hirientes. Como un lobo, queriendo hacer amigos. La mirada de Alexander cambió radicalmente. — ¿Que mierd* dices, Bennet? — Lo que veo, solo eso. Yo nunca le haría eso a mí esposa, no al menos donde se vea —añadió al final pensativo. Solo entonces, Alexander vió a Verónica de espaldas, observando el escote que habia jurado no ver para no perder el enojo que debía sentir. En ese escote, una gran mancha morada se asomaba. Como si ese golpe fuera parte de su cuerpo, Alexander sintió aquel dolor atravesarle el pecho. Caminó sin decir nada, directo a su esposa. Tomándola de la mano para salir de aquel lugar. Todos las personas notaron eso, Alexander con su gran altura no es fácil de esconder. — ¿Está todo bien? —preguntó Verónica caminando rápido para seguirle el paso. — Una mierd*. Las palabras de Alexander, sorprendieron a Verónica. Verónica buscó con la mirada a Ana, pensaba que ella tenía algo que ver. Pensó que quizá Alexander la echaría del evento frente a todos. — ¿QUIÉN TE HIZO ESTO, VERÓNICA? —preguntó Alexander tranquilo, pero con las venas tan marcadas que dejaban a flote el enojo— No lo voy a repetir, quiero nombres. Verónica respiró profundo. ¿Él no sabía lo que había pasado? — Me asaltaron —dijo Verónica tratándose el miedo que sintió aquella noche— Por eso fue que no pude llegar a casa.