En el laboratorio, oculto dentro de un cuarto de máxima seguridad reforzado con acero, Derek observaba con el ceño fruncido al hombre atado a la silla, que se agitaba como un animal rabioso, con espuma en la boca y los ojos más vacíos que el alma de su padre.
—¿Qué carajos le pasa? ¿Quién es este desquiciado? —preguntó Derek, sin apartar la mirada del sujeto.
A su lado, Lioran, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, respondió con frialdad:
—Es el encargado de mantenimiento y control. O lo era… hasta que descubrimos que él manipuló el sistema de la puerta. Casi provoca que Scarlet terminara hecha puré. Y como si eso no bastara, se quedó en el cuarto de vigilancia para asegurarse de que su ‘accidente’ no fallara.
—¿Y nadie se dio cuenta de que el tipo estaba más raro que un unicornio calvo?
—Fue discreto. Pero lo que me inquieta es su estado actual… —Lioran frunció los labios, visiblemente molesto—. No parece él mismo. Es como si estuviera bajo algún dominio mental. Un títere s