Un capuchino y una tentación.

Leo salió de la casa de Ester hecho una furia, sintiendo que el suelo bajo sus pies temblaba de rabia que lo consumía.

Derek lo había humillado. Scarlet lo había enfrentado.

Y lo peor de todo era que ya no tenía control sobre ella.

Antes, manejarla era tan fácil como respirar. Le bastaba una palabra, una mirada, y Scarlet obedecía como si su voluntad no existiera, como si su voz fuera ley.

Ahora, ni siquiera sabía en qué momento todo había cambiado.

Ella ya no lo miraba igual. Ya no temblaba ante sus reproches, ni se disculpaba como antes.

Y eso… eso lo enfurecía más que cualquier golpe.

Sacó su celular mientras caminaba hacia su auto, sin pensarlo dos veces.

Marcó.

—¿Sí? —respondió la voz femenina al otro lado, elegante y mortífera como el filo de un cuchillo.

—Claudia. Ya estoy harto.

Al otro lado hubo un breve silencio. Luego, una risita burlona.

—Déjame adivinar: tu brillante estrategia no funcionó y la virginal... ¿te pateó como a un perro, verdad?

—Su madre estaba a punto de con
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