El beso que no fue.

Derek sonrió, pero esa sonrisa no era dulce, sino peligrosa.

—Lo acabo de decir, lunita. Vine a saludar a mi suegra.

—¿Tu suegra? —repitió Scarlet, desconcertada.

—¿Y tú quién te crees que eres para llamar así a mi suegra? —recalcó Leo, resabiando por dentro al ver a Derek allí, pues no se lo esperaba.

—Sí, muchacho, no soy tu suegra. Leo es el prometido de Scarlet.

#¡La madre de nuestra luna debe respetarnos! ¡Mira cómo nos habla! ¡Hazla inclinar la cabeza!# gruñó Yeho, herido en su orgullo.

—Yeho, no ahora… —le respondió Derek con la mandíbula apretada—. Estoy intentando no incendiar la casa.

Leo se puso de pie, inflando el pecho como un gallito de pelea, aunque era un gesto totalmente vacío porque las rodillas le temblaban.

—Así que eres tú —dijo con desdén—. El don nadie que se aprovecha del dolor de una mujer para meterse en su cama.

Derek dio un paso al frente, y su presencia ensombreció la sala.

—Cuidado con lo que dices, garrapata delgada. No estás hablando con cualquiera.

#¡O
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