Reclamo de Selene.

Al quedarse a solas, Derek apretó la cintura de su pequeña esposa y la atrajo hacia sí. Sus labios le rozaron los hombros desnudos, inhalando con cuidado ese aroma fresco que lo volvía loco.

Con calma, apartó un mechón del pelo rojizo que tanto le fascinaba y lo llevó a su nariz.

—Luna… de verdad que es un método doloroso al que no te quiero exponer. No soporto verte sufrir. Compréndeme —le advirtió en voz baja, y llena de ternura.

Scarlet se encogió de hombros, férrea.

—Ya mi decisión está tomada. Quiero que lo hagas —respondió, con terquedad.

Una vocecita infantil, la de la loba interna, siseó en su mente: #Scarlet, le tengo miedo al dolor#. Pero Scarlet la ignoró.

Derek la sentó con delicadeza sobre el escritorio. Se paró frente a ella, le tomó el rostro entre ambas manos y la miró con la seriedad de quien va a cruzar un puente.

Estaba asustado, porque aunque nunca había realizado ese hechizo, estaba seguro de que ese conjuro era tan peligroso como aquel que Mario, su padre, le
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