Imposición de reina.
Después de cenar, Paola, que seguía con un enojo digno de novela porque Derek se negó a levantarle el castigo a Lioran, acompañó a Scarlet a la cocina para preparar unos tés, pues Ana, al notar la tensión de la muchacha, propuso conversar un poco.
Había llegado la hora de hacerle entender a Paola que en esa manada no reinaba el caos, sino reglas que debía seguir si planeaba quedarse.
Al entrar a la cocina, Scarlet se tensó al observar cómo las empleadas, apenas la vieron, se apartaron como si hubieran visto a un espectro.
Paola bufó y rodó los ojos con exageración teatral.
—¡Esta gente son el colmo de los colmos! —exclamó con los brazos en jarra—. Se hacen los que te temen, cuando ellos son los verdaderos peligrosos.
Paola fulminaba a todos con la mirada. Aunque ya sabía que Scarlet era “especial”, en su mente no cabía la idea de que su prima fuera peligrosa. Para ella, Scarlet seguía siendo la chica que la protegió en la escuela, la que le dio amor cuando sus padres murieron, la que