Gemidos en la terraza.

—No te me escapes con besos, Derek —susurró, con una sonrisa torcida que era mitad desafío, mitad rendición.

—Aún sigo incómoda —agregó Scarlet, bajándose por sí sola de la repisa y caminando hacia la recámara con los brazos cruzados y la cabeza en alto, como si su dignidad pudiera tapar el calor que ardía en su piel.

#Ya no estás enojada, humana mentirosa. No le hagas maldad a mi alfa, es muy lindo, no merece quedarse con las ganas#, protestó Nyx en su mente, con voz de cachorrita malcriada.

#Cállate, loba, eres una novata. Las vírgenes se enamoran rápido# —le gritó Scarlet mentalmente, pero apenas se dio cuenta de lo que había dicho, tuvo que aplastarse los labios con la mano para no reírse a carcajadas.

Derek no le dio ni un segundo de escape. Sus pasos firmes resonaron tras ella hasta que, en un movimiento felino, la atrapó por el cuello. No con violencia, sino con esa posesión que helaba y encendía al mismo tiempo.

Se agachó, le rozó la piel con la punta de la nariz y aspiró prof
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