El supremo es una jodida tentación.
Frente al hospital, Scarlet se giró para mirar a Derek… y se quedó inmóvil por varios segundos.
Él seguía sin camisa y cada línea de su abdomen parecía esculpida por un escultor obsesivo, y su piel brillaba suavemente bajo la luz del día que se filtraba a través del cristal delantero.
Scarlet bajó la mirada, pero no por pudor… sino porque su cerebro, muy en contra de su voluntad, ya le estaba enviando órdenes peligrosas a sus dedos.
«Tócalo. Solo un segundo. Solo… un músculo»
Ella nunca había tocado el cuerpo de un hombre o había estado tan cerca de uno así, y Derek era una jodida tentación pura y dura.
Él, por supuesto, la miraba con esa sonrisa ladeada que podía hacer pecar a una monja.
—Puedes tocar si quieres —le dijo con voz baja, con ese tono que se cuela como caramelo caliente entre los pensamientos.
Scarlet parpadeó, dos veces. Aterrada de que su mente la traicionara.
—N-No pensaba tocarte —se defendió, aclarándose la garganta como si así pudiera espantar la imagen de sus man