La lunita de Yeho no se toca.

—¿O quieres que lo haga yo? —añadió Derek, con una ceja arqueada.

—Eso sería acoso sexual. Irías, directo a prisión —replicó una de las compañeras de Claudia, temblando a medias.

Derek soltó una carcajada, lenta, profunda… y oscura.

—¿Acoso sexual? ¿Y cómo llaman a lo que acaban de hacerle a Scarlet? Porque yo sí lo vi.

Las tres se miraron. Y pensaron en combinación: «¿Cómo demonios? No era posible que lo viera, ni siquiera que lo pudiera escuchar».

—Mira, guardia de poca monta —escupió Claudia—. ¿A ti qué te importa? Ve a custodiar la puerta como buen peón. No interfieras donde no eres bienvenido. Aquí estas a nivel de los que limpian los baños.

Derek entrecerró los ojos, ignorando las reclamaciones de Yeho.

—Voy a contar hasta tres —murmuró, con una sonrisa fría—. Y si al llegar no han hecho lo que pedí, van a entender lo que es intimidar a los débiles… y toparse con alguien más fuerte que ustedes.

—Este don nadie se cree un superhéroe —bufó Claudia, girando los ojos—. Vamos, chicas
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