Impaciente, Derek aguardaba frente a la casa de la madre de Scarlet. Se mordía el dorso del dedo índice con fuerza, como si pudiera arrancarse la culpa que lo devoraba por dentro.

Sabía lo que estaba a punto de hacer, no era justo para su lunita… y sabía que también lo odiaría por ello.

«Me va a detestar. Tal vez nunca me perdone… tal vez nunca me corresponda… pero al diablo con todo. ¡No voy a dejar que se case con ese gusano mientras yo respire!»

Mientras pensaba en la manera de llevársela, su lobo rugía dentro de él, exigiéndole apagar sus emociones.

Aunque durante siglos había castigado a lobos que raptaban a sus compañeras humanas, ahora, en carne propia, entendía esa desesperación incontrolable.

Y no le importaba el castigo que él mismo tendría que imponerse para mantener el orden. No le importaba ser señalado. No le importaba nada, excepto ella.

#Supremo, todo está organizado#. La voz de Lioran irrumpió en su mente a través del enlace alfa-beta. #Raiden reunió al equipo de