El precio de menospreciar.
Claudia palideció y parpadeó como si le hubieran lanzado agua helada al rostro.
Se volvió hacia Scarlet, con los ojos como platos.
—¿Señora… dice que esta mujer es su nuera? —preguntó, señalando a Scarlet como si hubiera descubierto a un fantasma.
Ana asintió sin perder la sonrisa.
—Así es. Y mucho cuidado con cómo la señalas… esos dedos acusadores se te pueden romper.
—¡Scarlet! ¡No puedo creer lo que acabo de descubrir! —exclamó Claudia con fingida indignación, llevándose una mano al pecho como si estuviera al borde del desmayo—. ¿Así que, además de ser la esposa de este humilde guardia… también calientas la cama del ilustre hijo de esta distinguida señora? ¡Qué escándalo! ¡Qué mujer tan... desvergonzada eres!
Ana abrió la boca para ponerla en su sitio, pero Derek le hizo un discreto gesto para que no se molestara en responder.
—Jovencita, será mejor que te alejes de nuestra mesa… antes de que me olvide de mis buenos modales —soltó Ana, ya sin una pizca de paciencia.
Más tarde, entr