El placer como venganza.
Las palabras de Derek seguían retumbando dentro de la mente de Zhana.
Ni siquiera mientras cambiaba el vendaje de su herida podía evitar cuestionarse: «¿De verdad voy a darle una oportunidad a Reiden?»
Ella, que desde adolescente se había jurado jamás permitir que un hombre la menospreciara, humillara o pisoteara, pensó: «Si lo hago, ¿cómo podré evitar que él vea en esto un triunfo en vez de una lección?»
Tan pronto terminó, corrió a la sala y se asomó a la ventana. Ya era de noche y, para su sorpresa, Reiden no había llegado… y mucho menos la insoportable de Selene. Su alivio fue breve, porque de repente lo vio acercarse con pasos firmes.
Presa del pánico y la emoción, salió disparada hacia la cama y se dejó caer de golpe, como si esconderse bajo las sábanas pudiera salvarla de sí misma.
—¡Qué ridícula estoy siendo! —masculló, tapándose la cara con las manos—. Esto es de lo más infantil.
Sabía que no podía simplemente lanzarse a los brazos de Reiden y suplicarle que la marcara. ¡Po