Dije que me casaría. No dije con quién.
Derek cerró los puños y un leve temblor le recorría los brazos. Estaba a un segundo de perder el control por completo, pero justo en ese instante, el suave sonido de un violín se elevó por el aire.
Todos los presentes giraron la cabeza.
Y Derek se quedó con la vista fija en su lunita, que aparecía en la entrada con un vestido blanco elegante, pero atrevido, de corte corto al frente y con una cola larga que se arrastraba.
Su cabello rojizo se encontraba recogido en un moño alto, que dejaba escapar rizos que danzaban con la brisa.
No llevaba joyas ni maquillaje ostentoso. Solo a ella… y bastaba.
Derek sintió el impulso de correr hacia ella, de tomarla entre sus brazos y llevarla él mismo al altar. Pero se quedó quieto, con el alma sostenida por un hilo fino, mirando como un devoto a su diosa.
A mitad del camino, Ester se aferró con nerviosismo al brazo de su hija, y su intención era entregarla a Leo.
Pero Scarlet, sin detener el paso, se soltó de su madre antes de que esta lograra su co