Decisión de la luna.

Al día siguiente, soñolienta, Scarlet sintió unos dedos suaves peinándole los mechones rebeldes.

—Derek… —murmuró, con voz tierna y medio dormida.

—Scarlet, soy mamá —la voz de Ester sonó divertida—. Si tanto extrañas a tu esposo, ve a buscarlo.

Scarlet abrió los ojos de golpe y se incorporó, viendo a su madre sonreír traviesa.

—¡Mamá, no te burles! —protestó, abrazándola como una niña pequeña.

Desde que Derek había llegado a sus vidas, Scarlet sentía que su madre era otra: más dulce, más cercana. Ese cambio la tenía encantada.

Ester le acarició la espalda con ternura.

—Hija, deberías mirar afuera. Han decorado todo el lugar. Parece que la boda espiritual es un evento enorme para esta gente… se han esmerado demasiado.

Scarlet dejó de abrazarla y la miró a los ojos.

—Aún no sé si quiero esto… —murmuró, insegura.

Ester parpadeó, sorprendida, y luego suspiró con serenidad.

—Te entiendo. A mí también me cuesta asimilarlo. Pero tu esposo parece amarte de verdad, y deberías valorar esos sen
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