Brutal y exquisito.
Derek sonrió, como si hubiera escuchado sus pensamientos.
—Ah, lunita… —canturreó, recorriendo su espalda con una mano hasta hacer que se arquease como un felino—. Tienes el culo más apretado, jugoso y ansioso que me he follado nunca.
El rubor y el estremecimiento que recorrió a Scarlet tras esas palabras la encendieron aún más. No eran caricias suaves, era crudeza, era verdad sin adornos, y la crudeza la hacía sentir deseada de una forma salvaje, visceral. El cuerpo respondió al instante, lubricando más, permitiendo que él se deslizara aún más adentro.
Un gemido compartido, casi un grito, explotó en la habitación. Las respiraciones se volvieron caóticas, sin ritmo, como si ambos hubieran perdido el control absoluto.
Derek se hundió hasta el fondo, presionando sus pesadas pelotas contra el clítoris de Scarlet, que soltó un gemido animal al sentir aquella presión deliciosa.
Él se echó hacia atrás y volvió a embestir con fuerza, y cada golpe de su saco contra la resbaladiza carne la ha