El aroma a café recién hecho y a ansiedad contenida llenaba el espacio que Olivia había comandado como su oficina temporal para el proyecto piloto. Era un sueño meticulosamente planeado, traducido en órdenes de compra, especificaciones técnicas y cronogramas de entrega.
Tres días habían pasado desde su enfrentamiento con Walsh. Una paz tensa se había instalado. El hombre cumplía con las reuniones, asentía cuando era necesario, pero sus ojos, detrás de sus gafas de carey, reflejaban la frialdad de un lago helado. Olivia, ocupada en coordinar la logística de los artesanos y refinar los detalles de la experiencia del cliente, había bajado la guardia. Un error táctico.
Fue una de las becarias del equipo de Walsh, quien encendió la alarma. Se acercó al despacho de Olivia con una carpeta en las manos y una expresión de incomodidad.
—Disculpe, Sra. Vance —dijo en voz baja—. Las órdenes de compra para los textiles acaban de llegar a mi bandeja para su verificación. Algo... no coincide con las