La noche de la Gala Anual de la Fundación Vance para las Artes había llegado. El vestíbulo del museo, transformado para la ocasión, era un hervidero de seda, diamantes y ambición disfrazada de filantropía. Olivia, enfundada en un vestido de noche de terciopelo color vino, se ajustó mentalmente la máscara de Olivia Vance una vez más. Pero esta vez, la máscara se sentía diferente. Más cómoda, casi como una segunda piel.
Desde su posición discreta cerca de la entrada, observó la escena. Alexander ya estaba dentro, rodeado de un grupo de hombres de traje oscuro, su presencia imponente incluso a distancia. Él era el centro gravitacional alrededor del cual orbitaba el universo Vance.
Siguiendo el guion de Madame Dubois, esperó sesenta segundos exactos antes de hacer su entrada. Cuando sus tacones repiquetearon sobre el mármol del vestíbulo, un silencio momentáneo se apoderó de la sección más cercana. No era la Olivia Green de tres meses atrás, la mujer acorralada por las deudas. Era una rei