La victoria de la cena familiar dejó un residuo de tensión eléctrica en Blackwood Manor. Olivia no se sentía eufórica, sino alerta, como un soldado después de la primera batalla, sabiendo que el enemigo se reagruparía. La mansión misma parecía contener la respiración, sus pasillos silenciosos cargados de la anticipación del próximo movimiento.
Al día siguiente, Robert Thorne llegó con una carpeta nueva bajo el brazo y una expresión aún más grave de lo habitual. No fue a la biblioteca, sino al pequeño salón donde Olivia solía desayunar. Alexander ya estaba allí, de pie frente a la chimenea, con una taza de café en la mano.
—Buenos días, señorita Green —saludó Thorne con su formalidad característica—. El señor Vance. Los eventos de anoche han… acelerado el calendario.
—¿Acelerado? —preguntó Olivia, sirviéndose una taza de té. Sus manos ya no temblaban.
—La familia no se retirará —explicó Alexander, sin volverse—. Anoche fue una prueba de fuerza. Ahora viene la guerra de desgaste. Thorne