Es tarde por la noche, es un clima agradable pesé a la hora. Llega el olor de la costa a la oficina de esta enorme casa. Un hombre ya pasados sus sesenta años se encuentra fumando un puro en el umbral del balcón. Parece pensativo, como planeando algo desde su cabeza ya llena de canas.
En la habitación se escucha solo el tic tac de un reloj viejo de pared. Todo es madera, libros, algunas fotografías amarillentas. Ya hemos estado aquí. Esta tranquilidad de repente es interrumpida por unos gritos afuera de la habitación.
-¡Déjame pasar cabrón! No estoy interesado en hablar contigo, voy con mi tío –se escucha a Mauricio mientras irrumpe y abre la puerta de la oficina de su tutor. Atrás vienen dos hombres de figura robusta, parecen encargados de seguridad.
Voltea el hombre sin soltar el cigarro de su mano.
-Déjenlo pasar. Gracias y retírense –dice y los dos hombres salen y cierran la puerta tras ellos –No son maneras de llegar, Mauricio.
-He estado todo el día buscando respuestas por todo