Estoy sentada en la ambulancia, el paramédico está terminando la curación de la herida de bala. Gracias a Dios que el disparo no entró a la piel, solo fue el roce, pero necesito tres puntadas más el vendaje que ya está terminando de colocar. Lamento también que una de mis blusas favoritas termine ahora en un bote de basura.
-¿Caro, estás bien, qué pasó? –escucho la voz agitada de Armando que va entrando a la ambulancia con Gerardo detrás.
-Sí, solo fue un roce de bala. Nada más.
-Mija, hazte una limpia en el Mercado de Sonora, por favor... ¿Qué pasó? –pregunta Gerardo.
-¿Qué no se supone que se iba a quedar en casa hoy, agente Meléndez? –de pronto escucho y veo al comandante Faros que está evidentemente molesto.
Siento como de repente me hago pequeña frente a mi jefe, es la primera vez que lo noto enojado conmigo, y con razón.
-Buenas tardes, a todos. Estaba en mi casa, pero vi que hoy era el homenaje para el juez, por lo que decidí venir. Ahí encontré a la exesposa del juez y la se