De repente, todos nos reunimos en la cocina. Dulce está alistando todo lo de la comida junto con la chica de servicio.
-¿Y tus hijos, Dulce?
-Están con mi marido en casa de mi suegra. Con todo lo de aquí, preferí que estuvieran allá, lejos del estrés. Lo único que me preocupa es que coman demasiados dulces –no puede evitar voltear los ojos ante la posibilidad.
-Eres demasiado exigente con esos niños... –se queja Miriam divertida mientras toma unos cacahuates de la alacena.
-Deja que tengas a los tuyos –riñe Dulce desde la estufa.
-¿Ustedes tienen hijos? –pregunta la hermana menor ignorando a su hermana.
-Gerardo tiene uno, de 10 años, yo no. Apenas tengo cuatro años casada y...
 -¿¡Eres casada!? –no pueden esconder la sorpresa en el grito que pegan las dos mujeres. A Gerardo le da un ataque de risa.
-¿Ves? Todos tenemos la misma idea –dice Gerardo sin ocultar su diversión.
-Sí, soy casada... ¿Por qué la sorpresa? –pregunto curiosa.
-No, por nada, –dice Miriam un poco apenada –más bien