Entramos Miriam por delante, luego yo y al final Gerardo. Vamos tímidos y en silencio, no sabemos qué tanto debemos esperar de la salud del exsenador.
Un hombre con tubos pegados a la nariz, vestido de pijama azul claro de franela se encuentra acostado en la cama, una grande y muy bien arreglada. Se nota que todos han trabajado para que el señor se encuentre lo más cómodo posible. Las ventanas están cerradas, y hace calor aquí.
-Buenas tardes, perdón las fachas pero no quería desaprovechar la ocasión para recibirlos. Espero que mis hijos los hagan sentir cómodos durante su estadía en ‘su casa’ –nos dice el licenciado Emiliano con un poco de dificultad al respirar. Si no fuera por la cánula, no podría pronunciar ni una sílaba.
Hay una maquina a su lado derecho que marca sus signos vitales, ese bip me recuerda los hospitales. Todo está pulcramente limpio.
-Nombre, muchas gracias por recibirnos senador –dice Gerardo con cara de asombro y agradecimiento –no era necesario, sabemos que está