De repente estoy sola en la habitación, deben ser las siete de la mañana apenas. Mauricio se acaba de ir, al parecer llegó un cargamento de alimentos que tiene que recibir. Me dijo que se desocupará pasadas las dos de la tarde, por lo que se despidió de una vez.
-¿Y si te pido que no te vayas? –lo recuerdo en la cama, él ya vestido y yo desnuda bajo las sábanas. La noche estuvo algo agitada, por así decirlo.
-¿En serio?
-O mejor, ¿si nos escapamos a otro lugar, a otro país y nunca regresamos? –preguntó curioso, como un niño.
-¿Es en serio, Mauricio? –pregunto ya más despierta. Nunca me había dicho algo parecido. La idea no suena mal, pero eso de abandonarlo todo suena un poco excesivo.
-Piénsalo... ¿Sería una locura?
-Claro que sí, a tu tío le daría algo... –le digo entre broma y en serio. No creo que Mauricio, siendo tan leal como es a su benefactor lo deje así.
-Sí, mi tío... –recuerda de repente, se le ve contrariado con la idea –bueno, era una locura nada más. Te amo, por favor des