Armando y yo bajamos las escaleras que conectan a la terraza con la arena y el pie del mar. De ser más temprano, seguramente habría mesas y sillas, pero por ahora no hay nada más que unas pocas luces alrededor.
Se ve romántico, de hecho.
Nos sentamos en la arena, casi tan juntos que podemos tocar nuestros hombros. Sigo callada, ignoro porqué me siento tan introvertida a veces con él. Supongo que me intimida un poco, se ve muy seguro de sí mismo. O eso creo.
-¿Estás segura de hacer esto? –pregunta Armando de la nada.
-¿Esto?..
-Sí, me refiero a la vida de agente en la Fiscalía.
-¿Por qué no lo estaría?
-Cuando te conocí, a primera vista noté que no cuadrabas en un escritorio de la Fiscalía. En el operativo, me di cuenta que eres totalmente eficiente y capaz en la acción de campo. Pero hoy, con tu marido, entre tus brazos y con todo esto –hace un gesto con los brazos señalando la playa –no sé qué buscas ahí.
-¿Crees que me vería mejor como ‘esposa de adorno’? –estoy empezándome a senti