La puesta de sol está increíble. Decidimos ir un tramo de nuestro regreso por la playa, mientras la marea nos moja un poco los pies. Hubiera sido criminal no haber tocado la arena estando aquí.

Vengo con Armando a un lado, viene muy silencioso. En tanto, los otros dos vienen adelante también contemplando el mar y los alrededores. Hay muchos hoteles de este lado, hay unos con palapas mientras que otros solo se acercan con una terraza al pie del mar. Es una vista fantástica y muy romántica.

-¿Qué traes? –le pregunto a Armando un poco curiosa y preocupada. Lo veo ensimismado.

-Nada... Nada en particular.

-¿Me harás rogarte? Tienes cara seria desde hace rato.

-No te preocupes, no pasa nada. Solo que las cosas se salieron un poco de control hoy y no me agrada tanto esa sensación –me dice con cara de hartazgo y molestia. Tiene razón, a pesar de haber terminado el día en un buen lugar, todo lo planeado y el poco avance que teníamos se vio abruptamente frenado.

-Al menos sirvió para destapar