Ya entrada la noche, Mauricio llega a su habitación VIP en el Hotel De La Parra en Puerto Vallarta. Tardaron mucho en llegar por el tránsito pesado típico de los domingos por la tarde. Viene con la caja de aluminio en las manos, cuando logra entrar a su habitación la deja en la mesa de un lado.
De pronto nota algo raro, la puerta de su oficina está abierta. Va directamente hacia allá notando que la luz está encendida. Una voz familiar resuena con eco.
-Buenas noches, chamaco –saluda don Enrique que se encuentra sentado en la silla del escritorio.
-Buenas noches, tío... No sabía que estabas aquí, ¿acabas de llegar? –miente Mauricio con maña en lo que se desajusta las mangas de su camisa.
-No’mbre estuve todo el día aquí, en el hotel. Supe que fuiste a la Ciudad de México, ¿y eso?
No le queda mucha opción más que decir la verdad, a medias.
-Fui a la fiesta del demonio, ya sabes cómo es insistente ese cabrón. No me lo quitaba de encima hasta que le dije que sí. Me fui de ayer tarde, ll