—¿Debería asustarme? —preguntó Lionetta con una sonrisa nerviosa.
—No lo sé —respondió Angelo, haciendo una pausa antes de continuar—. Hay otra razón por la que me fui alejando, por la que cada vez estaba más distante. Desde que comenzamos a salir, mis sentimientos por ti empezaron a sobrepasarme. No podía pensar en nada más que en ti. Odiaba tener que compartir tu atención con otros. Hubo momentos en los que… —soltó una breve risa sin humor, bajando la mirada—, momentos en los que pensaba que podría encerrarte aquí, darte todo lo necesario para hacerte tan feliz que nunca siquiera consideraras dejarme.
Angelo, se detuvo, y con delicadeza acarició la mejilla de Lionetta. Esta vez quería ser completamente sincero con ella. Nada de ocultarle sus sentimientos.
—Creí que, al ponerte un anillo en el dedo, todo se calmaría. Pero se hizo mucho peor. Al fin eras completamente mía y yo tuyo. Nunca antes había sentido nada tan profundo y no sabía cómo manejarlo. Cuanto más fuerte se hacía lo qu