Lionetta separó sus labios de los de Angelo cuando un jadeo ahogado se le escapó al deslizarse sobre su dureza. Una punzada de incomodidad, seguida de un placer palpitante, la recorrió al abrirse para acomodarse a su grosor.
Tenerlo dentro de ella, después de todas esas semanas, la hacía sentirse viva… completa.
El vínculo que compartía con Angelo iba mucho más allá del sexo. Eran sus cuerpos reconociéndose.
—Angelo —gimió al sentirlo completamente dentro de ella. Se quedó quieta, intentando recuperar el aliento.
—Demonios, cariño —gruñó él con voz ronca, hundiendo los dedos de una mano con firmeza en su cintura para mantenerla en su lugar.
Estar dentro de ella se sentía como una mezcla entre lo nuevo y lo conocido, como si lo hubiera hecho cientos de veces, pero al mismo tiempo fuera la primera. Su cuerpo parecía recordarla mejor que su mente.
Lionetta se sujetó en los hombros de Angelo y apoyó las rodillas en el colchón para impulsarse hacia arriba, solo para dejarse caer otra vez c